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En las noches tupidas deambulaba, sola.
Tan solo un susurro de dolencia, afloraba de su vibrante garganta.
Con el corazón adyacente a él, a contradicción de su propia figura.
La dama no lloraba, tan solo enloquecía.
Por aquel, cuyo nombre, jamás fue capaz de nombrar.
Suplicándole al olvido que la dejara olvidar.
Que las noches dimitieran a ser eternas y el reloj comenzara a marchar.
Que sus versos, dejaran de escribirle a aquel.
Para que el recuerdo de su melodía que el mismo un día le dedico,
Permaneciera en el exilio para siempre.
1 comentarios:
Hermosa poesia :)